Nos lo recuerda la primera lectura de la misa de este domingo veraniego. Y así lo comprendió el matrimonio de Sunam cuando, por mediación del profeta Eliseo, a quien habían acogido y amparado en su indigencia, Dios les concede el hijo que hasta entonces no habían logrado. Es el premio a la hospitalidad que nos hace descubrir que abrir la puerta al pobre y necesitado es abrírsela a Cristo mismo, a su gracia, a la salvación.
Y la da gratuitamente en el bautismo, a condición de recibirle y aceptarle con generosidad de corazón cuando ya se va creciendo. Por este sacramento somos sepultados en la muerte de Cristo, para resucitar a una “vida nueva”, como nos recuerda el Apóstol Pablo en el pasaje de su carta a los Romanos, que leemos hoy.
Renovemos la acogida bautismal a Dios, que en nuestro nombre hicieron nuestros padrinos, y respondamos con generosidad a la invitación que el Maestro nos dirige, aunque nos parezca exigente y comprometedora. Tengamos la seguridad de que nos hará felices.
“El que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo. El que da de beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, sólo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa”.
Que nos motive esta promesa cuando nos cueste acoger, perdonar, comprender o ayudar. Purifiquemos nuestra mirada con unas frescas gotas de fe para ser menos críticos y más generosos y obtener así la felicidad buscada ¡Aunque el mundo no agradezca Dios es siempre buen pagador!
Lunes: SANTO TOMÁS, APOSTOL, Ef 2, 19-22 / Sal 116 / Jn 20, 24-29
Martes: Gn 19, 15-29 / Sal 25 / Mt 8, 23-27
Miércoles: Gn 21, 5.8-20 / Sal 33 / Mt 8, 28-34
Jueves: Gn 22,1-19 / Sal 114 / Mt 9,1-8
Viernes: Gn 23, 1-4.19; 24,1-8.62-67 / Sal 105 / Mt 9, 9-13
Sábado: Gn 27, 1-5.15-29 / Sal 134 / Mt 9, 14-17